Hoy, después de casi dos años, volvemos al mismo lugar, a nuestro lugar, que se ve igual que hace tantos meses atrás, pero no me hace sentir así. Es un balance de todo este tiempo transcurrido en el medio. Me sirve para darme cuenta finalmente de que ya no soy la misma. No sé si cambié, sé que crecí, que maduré, que aprendí, que conocí, que descubrí, que experimenté. Sé que sigo teniendo inquietudes y miedos, pero ya no son los mismos de antes. Sé que sigo encontrando dificultades y obstáculos, pero hoy no pierdo la calma. Y, en caso de perderla, sé cómo recuperarla y seguir adelante encarando las cosas de una manera diferente, más adulta. Puedo decir que sé disfrutar las cosas más simples, sonreír más, sufrir menos, seguir sin rendirme, seguir soñando. Soy capaz de reír hasta llorar. Quizás en su momento merecí las lágrimas, los enojos por los miles de errores cometidos, no sé. De algo estoy segura: todo sirvió para educarme, para poder finalmente llegar a ser quien soy hoy. Y hoy soy feliz.
