—Necesito hablar con vos —entré a toda velocidad.
—Eso me asusta —comentó, entrando detrás de mí.
—Te amo, lo sabías, ¿no?
—Digamos que… sí —no esperaba que le preguntara eso.
—Bien, y vos dijiste que querés evitar a la mayor cantidad de gente posible.
—Así es —respondió con sofisticación.
—Si no sentís nada por mí, ¿entonces cómo puede ser que estés conmigo?
Me miró con los ojos muy abiertos, sorprendido por mi pregunta. Luego rió.
—Alex, nunca dije que no sintiera nada por vos.
—Siempre querés evitar que yo te diga que te amo —empezaba a exasperarme.
—Eso no significa nada… —empezó.
— ¿Me amás? —lo atajé.
Rió y puso los brazos en jarra.
—No sé quién te habrá metido estas preguntas en la cabeza pero…
—Te hice una pregunta —lo interrumpí.
Se llevó una mano a la frente, y se fue a la cocina a buscar dos copas de vino.
—Estás peleada con Joshua, ¿no? —comentó, cuando volvió.
—Sí, pero eso no tiene nada que ver con mi pregunta.
—Entonces es suficiente. Si te peleaste con él por mí, quiere decir que vos me amás, ¿o no?
—Eso ya lo sabés, siempre lo supiste —le respondí.
—Es suficiente para mí —repitió, dejando las copas sobre la mesita y acercándose a mí.
—Para mí no lo es —le dije, intentando parecer severa.
Brett se paró detrás de mí y rió suavemente en mi oreja, corriéndome el pelo.
—Caprichosa —susurró, y me dio un beso en el hombro.
Sus encantos siempre servían para hacerme callar, y esta vez lo lograron de nuevo.
Su perfume y su delicadeza volvieron a dejarme sin aliento. Sentía su respiración sobre mi hombro. Luego me dio un beso en el cuello y, suavemente, me hizo girar el rostro. Cuando lo hizo, me besó.
—Te amo —me susurró, y sonrió.