
Y nunca voy a entender si a esta hora el lado histriónico me surge sólo a mí o a varios, lo único que sé es que necesito soltarlo.
Suele pasarme. Hace tres años aproximadamente. El "subibaja", es insoportable. ¿Cómo es? Sencillo. Momentos de una felicidad inmensa, esos instantes en que uno piensa que los problemas se fueron para siempre, que por fin puede vivir bien. Al minuto siguiente, algo tiene que pasar para que la vida se hunda en un pozo una vez más, incluso más profundamente que antes. Uno piensa que por fin no hay nada más para preocuparse, pero los obstáculos siempre vuelven, con más intensidad que los anteriores. Esos obstáculos que hacen sentir un vacío irremediable en medio del pecho. Una sensación horrible; tener que simular estar bien para no preocupar a nadie, sonreír cuando por dentro uno se está muriendo, reprimir un grito desgarrador sólo para que los demás nos vean bien. ¿Los demás? ¿Y a quién le importa lo que nos pasa a nosotros mismos? A nadie. Porque siempre hay que hacerlo "por los demás".
Como si fuera poco, no soporto tener que seguir cargando con la culpa de todo. Nadie sabe lo horrible que es despertarse cada día sabiendo que uno hizo mal las cosas, sabiendo que lo que uno hizo desató un caos sin vuelta atrás, sabiendo que ese simple hecho sin importancia aparente desarmó el escándalo, la catástrofe. Todos lo saben. Todos son conscientes de eso, pero eso no es lo peor: lo peor es la conciencia de uno mismo, lo que más nos carcome por dentro. El sentirnos culpables de por vida, sabiendo que no hay nada que pueda hacerse para remediar la situación. Saber que pedir perdón no va a ser suficiente, porque ya hicimos daño a todos, incluso a nosotros mismos. Sentir que todos sienten odio por uno. Y uno siente dolor.
Suele pasarme. Hace tres años aproximadamente. El "subibaja", es insoportable. ¿Cómo es? Sencillo. Momentos de una felicidad inmensa, esos instantes en que uno piensa que los problemas se fueron para siempre, que por fin puede vivir bien. Al minuto siguiente, algo tiene que pasar para que la vida se hunda en un pozo una vez más, incluso más profundamente que antes. Uno piensa que por fin no hay nada más para preocuparse, pero los obstáculos siempre vuelven, con más intensidad que los anteriores. Esos obstáculos que hacen sentir un vacío irremediable en medio del pecho. Una sensación horrible; tener que simular estar bien para no preocupar a nadie, sonreír cuando por dentro uno se está muriendo, reprimir un grito desgarrador sólo para que los demás nos vean bien. ¿Los demás? ¿Y a quién le importa lo que nos pasa a nosotros mismos? A nadie. Porque siempre hay que hacerlo "por los demás".
Como si fuera poco, no soporto tener que seguir cargando con la culpa de todo. Nadie sabe lo horrible que es despertarse cada día sabiendo que uno hizo mal las cosas, sabiendo que lo que uno hizo desató un caos sin vuelta atrás, sabiendo que ese simple hecho sin importancia aparente desarmó el escándalo, la catástrofe. Todos lo saben. Todos son conscientes de eso, pero eso no es lo peor: lo peor es la conciencia de uno mismo, lo que más nos carcome por dentro. El sentirnos culpables de por vida, sabiendo que no hay nada que pueda hacerse para remediar la situación. Saber que pedir perdón no va a ser suficiente, porque ya hicimos daño a todos, incluso a nosotros mismos. Sentir que todos sienten odio por uno. Y uno siente dolor.